Hoy es un día grande para la barriada de Pablo VI y para las numerosas zonas adyacentes que componen la feligresía de la parroquia de San Mateo, Apóstol,
Evangelista y Patrón de nuestra ciudad.
Tenemos ante nosotros la hermosa imagen, objeto de especial devoción de los alcalareños, a través de los siglos, de Santa María del Águila, que hunde sus raíces en la Reconquista, la que vertebra emociones y sentimientos de fe en un pueblo con sobrada identidad religiosa-mariana, que acude a nosotros para recibir el homenaje que merece, como merece, como Madre de los hijos de esta inmensa zona alcalareña, en el quinto día de su novena itinerante por los templos parroquiales y capillas de nuestra localidad.
La imagen bendita de la Madre de Dios, bajo la advocación de “Santa María del Águila”, que ha dejado su Casa-fortaleza, atendida hoy con tanto amor, mimo y generosidad “ por almas blancas con corazón de oro”, centro histórico y devocional de la ciudad, la que ocupa el solar de la que fuera mezquita mayor del castillo alcalareño, sumando jirones de historia, cruza hoy el espacio de un pueblo que se siente protegido bajo el manto de sus alas, para estar más cerca de nosotros.
Deja su hogar,”Villa muy fuerte, puesta en muy alto lugar”, como lo definiera el historiador sevillano, Luis de Peraza, en 1530, para visitar hoy esta importante zona de expansión de Alcalá de Guadaíra que le rinde culto con sentida y verdadera devoción filial.
No existe en Alcalá de Guadaíra una zona en la que su callejero refleje con mayor devoción y realismo los sentimientos marianos que perviven en el corazón y en la inteligencia de estos moradores, honrados trabajadores, por una parte, y sencillas y hacendosas amas de casa, por otra.
Hermosa barriada que hace del azahar de las flores y de la cal su emblema particular.
Es de justicia recordar que esta zona alcalareña que hoy ocupan tantas y hermosas viviendas, a cuyas espaldas se encaraman callejuelas de cal y de hierro, recovecos de misterio, son frutos del esfuerzo increíble, de la inquietud latente, de la constancia ejemplar de un prócer católico alcalareño que murió sin haber recibido aún el mayor homenaje que Alcalá de Guadaíra haya podido ofrecer a una persona que, levantando mil viviendas decorosas, tanto bien social hizo por sus semejantes en nuestra localidad: Francisco Caraballo Mantecón.
La heráldica nos enseña que su blanco caserío simboliza disposición al diálogo, a la paz, a la convivencia, que reboza vida alegre, por andaluza; acogedora, por solidaria; destelleante, por el reflejo luminoso de nuestro sol en sus hastiales(“ Bajo tu cielo azul, un pueblo riente”).
Ahí están las plazas, calles y callejuelas,”esas heridas hondas curadas con cal”, como afirmaba el poeta Fernando de Villalón, de esta barriada de Pablo VI, núcleo principal de la inmensa feligresía de San Mateo Apóstol, que no sólo pregonan en sus calles la floración más bella, las más sentidas alabanzas a la Madre de Dios, trozos perennes de un eterno pregón mariano, inspirado en esa excepcional y singular biblioteca de Dios, que constituye la Biblia, tesoro de un pueblo, como exclamara un día el filósofo español Jaime Balmes, y que todos los pintores, poetas y oradores han hecho suyo.
Desde sus comienzos en esta barriada, uno de los sectores más pequeños y florecientes de Acalá, calles, plazas, callejuelas son portadoras, por deseo de su fundador, de las fervientes advocaciones de la Santísima Virgen, Madre de Dios, que nos legaron numerosas localidades marianas de nuestro entorno: Esperanza Macarena, Alegría de San Bartolomé, Consolación de Utrera, Valme, en Dos Hermanas, Gracia, en Carmona , Valle, en La Palma, Rocío de Las Marismas, Rosario de Marchena, Luna de Escacena y un a larga y singular letanía, fiel reflejo del alma mariana y poética de los pueblos andaluces, que nos llenan de emoción por su origen, su historia y su significado. Los andaluces no sabemos vivir jamás de espaldas a nuestra propia y tradicional identidad religiosa mariana.
No obstante, no son incontables vírgenes las que venera el pueblo cristiano andaluz, como no son tampoco incontables nuestras madres por conservar centenares de fotografías de la misma, santa y querida mujer que un día nos dio a nosotros, generosamente todo nuestro ser.
Pueblo que renuncia a su pasado no tiene vida en el futuro, es un edificio sin cimientos, es un cuerpo sin alma.
Esta feligresía de San Mateo, donde el viento sin límites ni fronteras trepa hasta lo más alto de sus viviendas perdiéndose por sus callejas secretas, recreándose en el azahar de sus naranjos, se esfuerza en forjar, como primer peldaño, el clima adecuado a una convivencia solidaria y tolerante, el signo de madurez de los pueblos cultos, como fluía a raudales, antaño, en las antiguas casas de vecinos en donde reinaba tanta alegría y la mayor generosidad, fruto de la mejor convivencia.
Dichoso el pueblo que potencia los valores humanos, ama y defiende la vida, se une en el dolor, practica la caridad, alivia la enfermedad y ayuda a la ancianidad, virtudes engendradas que hacen grandes a los pueblos.
El pueblo cristiano, en Andalucía, ha sabido plasmar siempre su capacidad creadora, con su vocación artística, con la profusión de sus retablos y azulejos, versos, loas, ensalzando no sólo la historia, sino las virtudes singulares de aquella mujer bíblica de la tribu de David, “morena pero hermosa” en palabras del Cantar de los Cantares; “ojos de almendra”, como expresaba el pintor andaluz Francisco Pacheco; “Flor de las flores” en expresión del arcipreste de Hita, “Rosa rosada” del poeta nicaragüense, Rubén Darío y “Morena graciosa” como la llamara Lope de Vega, a la que Dios vino modelando desde toda la eternidad para ser la Madre privilegiada del Mesías prometido, del Redentor del mundo, de Jesús de Nazaret.
Alcalá de Guadaíra ha mantenido, tradicionalmente, una gran devoción a la Santísima Virgen bajo la antigua e histórica advocación de Santa María del Águila, una de las devociones fernandinas, juntamente con Valme, Hiniesta o Sede.
Tengo un castillo que alzar
Y una ermita en lo más alto,
Para a mi Madre guardar,
Que es un Águila mi Madre
Y la custodia Alcalá.
En los primeros momentos de la conquista cristiana, Fernando III El Santo centró ssu devoción en una imagen venerada en la primitiva parroquia de Alcalá dentro de los límites del castillo, con la denominación de “Parroquia de Santa María”.
Es tradición que la imagen que allí se empezó a venerar, recibió el nombre de “Santa María del Castillo”, más tarde “Nuestra Señora del Águila”, advocación proclamada por los fieles debido a la devoción que le reina castellana, Juana de Pontieu, de origen francés, segunda esposa del Rey Fernando III El Santo, tenía a San Juan evangelista. De todos los aquí presentes son conocidos los símbolos de los cuatro evangelistas: el Toro, el León, el Ángel y el Águila, precisamente, el símbolismo de San Juan.
La imagen que hoy nos visita no es la primitiva que recibió culto en las alturas de aquel castillo en la Edad Media. Ardió como todo el templo en los aciagos y funestos días de la contienda civil de 1936 a manos de gente ignorante.(“ Perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen”)
Esta nueva imagen, obra del escultor Antonio Illanes, en 1937, artista que supo imprimir en su rostro una extraña dulzura, que invita a los alcalareños a acercarse a Ella en demanda de ayuda y consuelo, recibe hoy, por segunda vez, en nuestra feligresía, el culto de sus hijos en esta novena itinerante que, por generosa iniciativa de la Hermandad de Nuestra Señora del Águila, está logrando potenciar el culto a Nuestra Patrona y enardecer aún más la devoción de a la Madre de Dios, en esta zonza tan importante de nuestra ciudad cuando se cumplen diez años de su coronación.
Gracias, Madre, Primer Sagrario de Cristo en la Tierra, en nombre de toda esta inmensa feligresía por tu generosa visita y, en especial, en nombre de nuestros enfermos, ancianos e impedidos que no pueden venir a saludarte. Acoge también en tu corazón de Madre a tus hijos de la inmigración. “ NO DESPRECIÉIS NUNCA AL FORASTERO PUES FORASTEROS FUISTEIS TAMBIEN VOSOTROS UN DÍA”, afirmaba el profeta Isaías.
Recibe, finalmente, Madre, el cariño sincero del grupo de niños y niñas, auténticos Santos Inocentes, que se educan en este complejo parroquial, cedido en sus comienzos por el Patronato de Pablo VI, a través del cardenal don José Mª Bueno Monreal, Don Francisco Caraballo Mantecón y el primer párroco y promotor de esta feligresía, Rvdo Don Antonio Solís de la Rosa, afortunadamente hoy aquí entre nosotros a pesar de la enfermedad que con tanta resignación y paciencia sobrelleva.
Enhorabuena a la Junta de Gobierno de la Hermandad del Soberano Poder y María Santísima de la Caridad que, con tanto cariño, acierto y desvelo, ha organizado estos actos en honor de Nuestra Señora del Águila, nuestra gloriosa Patrona.
Para todos, tu bendición maternal.
Antonio León Román,
Alcalá de Guadaíra -10-VIII-010.
Maestro Jubilado
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